noviembre 17, 2010

Poesía - Las grandes puertas

Las grandes puertas

Hay puertas que se abren enormes,
anchas y venturosas,
donde el paso solar
dibuja el aire como un girasol encendido,
ojo  de luz brotando de la tierra;
hay puertas, seguidas unas de otras,
son la marejada infinita de rostros
a los que mirar para sentir compañía;
hay puertas y rostros,
y también la búsqueda de alguien,
otra sombra bajo el dibujo del tiempo.

Hay puertas puestas al calce
de quienes tienen ganas de cruzar
muy lejos de ellos mismos,
de encontrar  las grietas fantasmales
donde los ojos de agua
se ofrecen como pechos desnudos,
como delicados gorriones de polvo
anidando entre las vocales tímidas.

Pero más allá de las puertas,
la tundra acecha,
en su vastedad cristalizada
se escuchan los pasos interminables
de los que han muerto por su miedo;
ni las dulces aguas del Leteo
corren bajo el suelo,
sólo el remordimiento queda
en los marcos pútridos por la espera.
Esas puertas, sin esperanza,
marchitan con la tarde que duerme
el fatigado ensueño de la cobardía.

Hay puertas que se abren enormes,
y esperan a que los hombres nazcan,
y crezcan
y se enamoren
y mueran
sabedores del secreto picaporte:
el amor es una llave forjada en sangre,
una herida que liberta a las bestias
de su salubre prisión melancólica.
Hay puertas enormes que se alzan
una o dos veces en la vida;
la incógnita reposa en la pregunta:
¿cuánto dura el beso de la cobardía?


E. Adair Z. V.

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