Hubo que esperar,
unos días, unos años,
algo de vida,
pero no es terrible darse cuenta;
hace tiempo perdí la jugada correcta
y pensé que todo estaba acabado
lo jodi en verdad
lo jodi plenamente,
era una página echada
a la cual no volver la vista.
Tantos años.
No sé qué es lo que ven los demás,
hablan y ríen, y repiten indefinidamente
sus hazañas de épicos minotauros,
también lo han jodido,
a su manera
a su tiempo;
pero son tan convincentes,
puede que ellos mismos lo crean;
yo creo lo que sé,
lo que he descubierto,
y el amor no es necesario
como un trofeo al que llega la carne.
Un cuerpo tibio, eso es lo que importa,
un cuerpo al alcance de las manos,
así es como uno puede maldecir
o gritar,
o dar un puñetazo al muro.
Yo creo en el poder de un beso
y en una larga masturbación,
no hay porque llenar el espacio
de vergüenza
o insatisfacción.
Alguien más tiene que estar allí,
eso es lo que sé
lo que se acumula.
Cuando ella estaba allí
no me sentí como un hombre,
era algo distinto,
sólo trate de vivir el momento,
pero la noche era demasiado larga
o el miedo tan penetrante;
quizás la decepcione,
no estábamos al mismo tiempo
en la misma ola;
yo me miraba desde el vacío
y la miraba a ella.
No hay remordimiento,
lo peor, supongo,
fue no quedarme
a averiguar el día siguiente.
unos días, unos años,
algo de vida,
pero no es terrible darse cuenta;
hace tiempo perdí la jugada correcta
y pensé que todo estaba acabado
lo jodi en verdad
lo jodi plenamente,
era una página echada
a la cual no volver la vista.
Tantos años.
No sé qué es lo que ven los demás,
hablan y ríen, y repiten indefinidamente
sus hazañas de épicos minotauros,
también lo han jodido,
a su manera
a su tiempo;
pero son tan convincentes,
puede que ellos mismos lo crean;
yo creo lo que sé,
lo que he descubierto,
y el amor no es necesario
como un trofeo al que llega la carne.
Un cuerpo tibio, eso es lo que importa,
un cuerpo al alcance de las manos,
así es como uno puede maldecir
o gritar,
o dar un puñetazo al muro.
Yo creo en el poder de un beso
y en una larga masturbación,
no hay porque llenar el espacio
de vergüenza
o insatisfacción.
Alguien más tiene que estar allí,
eso es lo que sé
lo que se acumula.
Cuando ella estaba allí
no me sentí como un hombre,
era algo distinto,
sólo trate de vivir el momento,
pero la noche era demasiado larga
o el miedo tan penetrante;
quizás la decepcione,
no estábamos al mismo tiempo
en la misma ola;
yo me miraba desde el vacío
y la miraba a ella.
No hay remordimiento,
lo peor, supongo,
fue no quedarme
a averiguar el día siguiente.
E. Adair Z. V.