Padre
A Neruda
¿Quién no ha mentido de lleno,
cuando en esa alta hora de las mariposas marinas
la barca de la vida naufraga en un eco?
La costa hace el silencio. El silencio.
Padre de tiempos y maravillas,
hermano frutal de los desplomes del ocaso
sobre estos surtidores de piedra negra que somos,
negra como la isla a la que llega el capitán cansado,
capitán distante, estrella, Prometeo dormido en llamas,
¿eres tú quien sabe cada distancia de la mujer y la cebolla?
¿eres tú quien alumbra con el tizón del núcleo desterrado
al amante prodigo de los rayos de canto y pelea?
¿Quién no ha mirado de frente a la noche, trémulo,
y ungido por la corona de salvedades imperfectas
ha buscado el consuelo de otra boca cercana?
Padre, la casa está abierta;
mira a los niños correr desde los Andes hasta ambos polos,
mira a los hombres labrar la tierra con el fruto de su puño,
y a las mujeres, las dulces madres de cada dios,
reír entre lirios de fuego con los senos ofrecidos.
¿Quién no ha chillado su hambre
de soledades y furia, su hambre de belleza?
Nunca más, padre, faltará el pan a la mesa,
nunca más el faro ocultará el camino.
Padre, todos los caminos traen a la puerta de tu casa,
siempre abierta.
E. Adair Z. V.