julio 26, 2013

Poema - 40

Poema - No. 40


Estas son mis palabras,
las reconozco por la fricción fría que poseen
apenas leerlas en voz alta,
las distingo por esa poca naturalidad
con que escapan de las manos
y se tienden por encima de las personas,
y flotan en el aire atravesándolo todo
sin quedarse atrapado en nada.
Son diminutas mariposas de ceniza,
revoloteando a mi derredor como si fueran eternas,
aves de un polvo que se barre siempre
que aire llega de la respiración del mundo.

En la garganta se acumula la tierra.
Monumento de piedra es lo que pronuncio,
estatuas tan duras que parecen nacidas del granito;
sobre de ellas los pájaros construyen nidos,
y sus crías pián al recibir la luz primera.
Todas mis palabras de ternura se inscriben
en pesadas lajas que la memoria no soporta,
y que dejo en el camino
por donde la tarde, y la mujer que tanto deseo,

miran sin complacencias morir las estaciones.

E. Adair Z. V.
- Canto a un ave de primavera
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