Volviendo a dar vida al Blog, me encontré con esta edición en una feria del libro en Texcoco. El costo fue a precio de saldo, lo que me parece inadecuado para un libro de tan buena calidad, en presentación y materiales. El problema está los interiores, con líneas mal impresas y superpuestas en algunas páginas. No obstante, eso no es problema para un buen lector. Alguna vez me toco ver a alguien tirar una edición del Quijote de la Mancha, de RAE, debido a unos manchones en unas páginas. Supongo que el snobismo intelectual mexicano es ya pura forma y nada de fondo.
Las obra de este ejemplar corresponden a un autor español llamado José Luis Alonso de Santos, del que nunca había escuchado. Quizá la razón de esto es que estás obras fueron un éxito antes de que naciera, dentro de una corriente del nuevo teatro español, tras la dictadura franquista. Se trata de dos obras que en su momento debieron ser ingeniosas y modernas. Lo bueno es que mantienen algo de ello, cuando menos en su lectura.
La primera de ellas es un viaje onírico sobre esa gran mancha de vergüenza que tienen los españoles con la modernidad, y especialmente con su propia historia, a través de la alegoría de un álbum familiar, la secularidad de los recuerdos, la infinita magnitud en la que se pueden decir las cosas de manera indirecta. El título de la obra es El álbum familiar. Cada personaje ocupa un lugar dentro del personaje principal, que se manifiesta a través de esa contingencia mutilada de elementos circundantes en su travesía, quizá real, quizá reconstruida, y quien retiene los fragmentos de una patria ridículamente expuesta, con elementos opuestos en su entorno. Se trata de la historia de un exilio donde se van dejando lugares, momentos, personas e incluso abstracciones sobre la realidad en un abandono permanentemente. Leyéndola treinta años después de ser escrita guarda una frescura muy agradable, incluso por lo crítico de sus metáforas, que se disfruta plenamente.
La segunda obra, Bajarse del Mono, es un caso distinto. Usa un lenguaje popular, supongo, que hace un tanto molesto acudir al glosario que trae al final del libro para descifrar todas las expresiones que ni la televisión ni los videojuegos horriblemente traducidos al castellano peninsular dejan claras. Se trata de la historia de un grupo de habitantes dentro de un departamento en Madrid, relacionados con el consumo de hachís, y una expedición específica a Marruecos para traficar con drogas. Los personajes son cómicos a su manera, y se encuentran complementando una idea de la modernidad que supongo todos compartimos en cierta manera al pensar en lo inverosímil de nuestras relaciones comunes. La historia es interesante, aunque no tanto como lo elogia el prólogo, cuando menos para un lector que llega muy atrasado a la novedad del lenguaje y la crítica de la carnalidad e hipocresía de los personajes dentro de su propia retórica, y donde el juego del narcotráfico tiene un trasfondo muy distinto; esa era una época inocente, y hasta romántica para el tema. Lo que queda es la obra, como un recuerdo de la plástica del teatro español moderno de una actualidad que se ha quedado atrás, como todo.
Ambas obras mantienen una lectura fresca y agradable, que como un lector por completo fuera de contexto, se aprecia bastante.