Poema - Canción de las humanas magnolias, 2014.
Canción de las humanas magnolias
a
Leopoldo María Panero
Es
esta maldita obsesión por las palabras,
esta
búsqueda inteligible que heredé de mis padres,
lo
que arrastra mis pies cada día,
lo
que supura en los labios hasta ser música,
el
eco y el murmullo de mis pensamientos,
el
cruel murmullo idóneo;
dónde
quedan esparcidas las notas escritas con heces,
dónde
se desvisten y bailan antes de hundirse los días
en
la nostalgia y el placebo de esperar.
Y
mis hermanos, animales ciegos, frutos coléricos,
estatuas
del salitre que les brota del cuello
para
recordarles que nada pueden, que no deben hacer nada
para
alcanzarnos en el abismo,
en
la obsesión de la mente que duele,
Todos
ellos, celestiales hijos de la puta de Babel
redimida
a golpes, la fuerza de tener esperanza,
se
apartan al presentir la peste de sus bocas quietas,
que
los rodea, los devora, los consume,
mientras
les parte los brazos para darles alas.
La
piedad es una herramienta pobre de los que temen,
el
peldaño último del cadalso que el campesino martilló
antes
de anudar en su cuello la hermosa cuerda.
Todo
hombre.
A
mis pasos llegan las hojas reventadas
de
la tarde que anhela ser estío siempre,
pequeñas
venas enterradas en la carne del mundo,
sin
la fortaleza del torpe cristo ensangrentado
que
cae de rodillas en la inmundicia de su propio llanto,
abatido
por su inocente soledad,
y
que se abren como un hermoso regalo.
Mezcladas con el plumaje de las hadas
eléctricas
Que
huyen a copular con los cuervos,
cuerpos
que gestan el feto canceroso de la espera,
las
palabras se desprenden de la lengua,
se
adentran por entre las oraciones y los objetos,
completando
su mística complementaria,
su
artificial manera de existir fuera de la mente;
y
yo me siento a observarlas, a tocarlas en el vidrio,
como
si mis dedos fueran la extensión de esas ramas
torcidas
que buscan entre el follaje,
entre
las mujeres y los dioses que se parten
lujuriosamente
para que les posea la vida,
pero
que sólo encuentran el espeso contacto de la carne
cayendo
por la quijada. Esperan.
Esta
voz que trata de convertirse en algo más
se
sofoca en cada gemido, se desbarata,
en
el intento de transmutarse sin piedra ni rezo.
Hay
flores que escapan bajo las piedras, explotan
en
un éxtasis fanático, frenético, fractal,
arrojadas
a la insípida muerte de la contemplación,
que
es esa molestia del mundo que las mira.
Una
tras otra cometen el acto suicida, numeradas,
esperanzadas
de hallar sentido a su estupidez,
a
cada instante esperando lo distinto.
Y
lo escucho, a todos ustedes, a aquellos
los
de la respiración pesada,
los
aplastados por el peso de su cuerpo,
los
que sueñan con encontrar la claridad en la simpleza,
sin
dejar de ser nunca un trozo de cristal, escucho
sus
pecados llenos de la gala del aforismo
eternamente
mal pronunciado
con
que se cubren el sexo y las manos.
E. Adair Z. V.
Incluido en la antología "Lo poéticamente Incorrecto. Antología de versos en homenaje a Leopoldo María Panero. MiCielo Ediciones, 2014, México, Libro-objeto, Colección Bolsa de Pan. 50 ejemplares."