“Ojalá todo haya sido una pendeja pesadilla.”
En alguna ocasión se me había permitido leer uno de los
borradores iniciales de este libro. No fue hace mucho tiempo. Agradezco la confianza y la amistad de su autor,
Ney, de permitirme leerlo en aquella ocasión, donde no pude meter mano debida a
la experiencia y elegancia de los relatos, que además contaban con una
ortografía impecable, así como lo agradezco re-leerlo ahora terminado. No peco
de favoritismo al afirmar que es un libro que debe leerse. Es él quien nos deja
chupar el diablito, buscando el rostro de ese escurridizo Dr. Lemus que se
viene asomando página a página.
Las historias que pueblan los pasillo de “El retorno y otras
nocturnidades” son la mística de un hombre que ha sabido mezclar, pese a su
gusto, entre el mundo de la ciencia y de la fantasía rural. Un mundo que se
desnuda por completo en las calles del sur, de ese Chiapas que le ha forjado el
carácter; su Chiapas de Tuxtla o de San Cristobal, de Arriaga y Tiltepec. Estas
historias son un digno preámbulo a cualquier autor americano de NY o de Los Ángeles,
con la simple diferencia que se trata de una de las tierras olvidadas de
México: la desgraciada Chiapas. Doblemente mexicana, y doblemente despreciada.
La historia de Chiapas es una de vejaciones y distancias, de horrores cometidos
contra su población, y de los horrores de la modernidad que no ha pisado sus
campos. Parte de esto es lo que encontramos en este libro. No se me mal
entienda. No aparecerá a la mitad el Barzón en compañía de los 400 Pueblos,
pero necesitamos comprender que ese es el Sur, “El doloroso Sur” diría Ney, en
el que ocurren los relatos.
Ney es un escritor de mundo, a su pesar. Habla y piensa como
lo hicieron los cosmopolitas de París, Barcelona, Dublin, Querétaro o NY. Y eso
se puede leer entre los renglones de su libro. Es un autor que habla del hombre
y para el hombre, aunque piensa que se arraiga a su propio pueblo. Tiene la
maldición de ser más universal de lo que quiere. Y esto lo podemos disfrutar en
su prosa fresca, y por qué no, a veces pícara; que incluso cita a Kim Basinger
en la barra de un bar (Si, esa Madura). También nos habla del joven Ingeniero
que visita Canadá, y que se sumerge en los misterios de la selva como lo haría
Lovecraft, huyendo de la maldad de ciertos hombres que saben más de lo que se
debe, o que deben matar a la mujer que aman, descubriéndose a sí mismos en el
trayecto o a seres de otro lugar distante. Ney nos ofrece una secuencia de historias
independientes que dibujan los bordes de su mente. Además, ¿a quién no le
gustan los cuentos en los que salen gatos?... o incluso Dragonas rubias.
También es un hombre de música, apasionado por el Jazz y el
Rock; lo que debería ser suficiente para que nos caiga bien. En los relatos
vemos los pasajes y las referencias evidentes que se conectan unas con otras
para dibujar la trama de soundtrack que merece el libro. Esa es la atmosfera
que nos entrega, el mundo de barbudos como ZZTop y Satrani, acompasados por el
Roadhouse blues, que desemboca en los Héroes del Silencio y B. B. King, entre
muchos otros. Es un escritor que nos recuerda la profunda muesca hendida entre
música, buena música, y literatura; y que nos da pequeñas pistas entre los párrafos,
como guiñándonos el ojo. Y antes que nada más ocurra, las mujeres y los
dioses-demonios, nos muestran esa dualidad de la identidad pre-hispánica latinoamericana
que persigue a los hombres de esta tierra, la tierra en general, llena de
mitos figuras universales, de
conocimientos ancestrales y sueños.
El libro de Ney es uno que rescata la prosa Chiapaneca y que
nos hace voltear a ese estado, tan lleno de poetas, pero con escasos
narradores. Ney nos muestra de que son capaces los escritores del rincón más
lejano en esa dirección, poniendo de manifiesto que ellos también saben crear
literatura y lo hacen bien. No por nada es pupilo del Maestro Óscar Palacios.
Sin duda un libro al que se le debe dedicar tiempo, y cuyo único defecto es la
brevedad. Maldito Ney, que nos deja esperando más y más historias. Pero así es
esto. Hay que aguardar a que salga la siguiente compilación.
La fotografía de portada pertenece a Josefa Salinas
Domínguez, directora del proyecto cultural
Chiapaneco Maya Cartonera (link), mientras que la contraportada fue obra de
Verónica López Castillejos. El prólogo fue hecho por la encantadora Diana
Ivonne Martínez Padilla. Esperamos con ansia la publicación de las novelas de
este autor, que sabemos esconde bajo alguna falda femenina. Su libro fue
maquilado e impreso en Jalisco, durante Julio 2013. Le agradezco enormemente el
cuento dedicado. Ha que mencionar que si bien es una edición de autor, está
volando. La secuencia ya debe rondar la tercer serie de impresiones. Así que esperemos
tenerlo a disposición en todo el país.