Primera parte: Romina (actualización del tema). *hice primero esta reseña que la de la primera parte de la historia, por lo que sigue ese orden en como fueron reseñadas.
No tengo claro el porqué este libro a mis manos, pero se encontraba dentro de la pila de lista de lectura, así que es momento de abordarlo. Con lo anterior no quiero decir que no tenga merito leerlo, o la obra en sí, sino que en verdad no recuerdo haberlo buscado para que esté ahora en mis manos. Cosas de la vida de un lector, supongo. Se trata de una novela de corte erótico de una escritora peruana. Lo cual es bueno. Salvo el imbécil de Vargas LL, hay poco conocimiento de la literatura peruana moderna en México. Quizá en parte sea ignorancia por parte del resto de amigos latinoamericanos que pululamos en las letras, o bien un prejuicio adelantado sobre su calidad (como en la música... Delfín hasta el..., Wendi..., etc.). En fin, desconocimiento de esta literatura. Pero es algo de lo que se debe hablar, dar a conocer. Se trata de una novela corta (80 págs. aproximadamente), con un argumento aparentemente simple, pocos personajes en escena, y un desarrollo muy homogéneo de la trama. Es decir, no hay excusa para no leerla desde el punto de vista técnico. Además, está escrito por una mujer: Fortunata Barrios. Esta es la primera novela que leo de esta autora, así que no puedo juzgar su obra; sólo este libro. Aunque sé que hay una segunda parte, titulada por el nombre de esta heroina (?) literaria.
Se trata de la historia de una mujer joven, pero no tan joven, hermosa, pero no detallado, en la ciudad de Lima, Perú, que por una cuestión de la casualidad encuentra un fardo de cartas que estaban escondidas en la habitación que ocupa su madre. Las cartas, escritas por su madre, narran un romance antiguo y prohibido que sucedió cuando ella era niña, y que afecta su equilibrio mental y anímico. Lo interesante viene del hecho de que la madre de Romina permanece en coma desde hace 4 años tras una operación estética fallida, lo que le imposibilita a enfrentar este secreto, por lo que el hombre a quien van dirigidas es un misterio abanderado en la fantasía-realidad del amante perdido, y no hay respuesta más que una pistola envejecida. Es un secreto detrás de un recuerdo. A través de las cartas, Romina descubre la naturaleza emocional de su madre, y también su lado erótico. Esto es una interesante carta jugar por la autora, ya que resulta bastante incómodo el argumento para los lectores: ¡Los padres tienen sexo!... ¡Y lo disfrutan también! Pero llena también un punto hueco en la mente de todas las personas: sí, sus padres, y los secretos de su vida amorosa. La trama es el descubrimiento de esta verdad imposible que derrumba un mito personal, que obsesiona a la chica que se vuelve cómplice silenciosa del engaño, y que altera el mundo a su derredor por el hecho de desvanecer la imagen del matrimonio de sus padres, y por confrontarla con su propia vida sentimental.
La pareja de Romina, un hombre llamado Manuel, es un hombre cariñoso y atento, pero también bastante normal en la aparente vida tranquila del personaje femenino central. Romina utiliza el contenido de las cartas para desentrañar la naturaleza emocional de su madre distante, y ver cómo su propia vida amorosa sufre las consecuencias de los secretos que se van exponiendo carta a carta. Así, la chica buena, ni perversa ni moralista pura, encuentra cierta liberación en su vida al mismo tiempo que va comprendiendo la forma en que esto le ha de afectar en el futuro. La mujer de la novela reconstruye el romance de su madre, buscando en el pasado como forma de expiación de los pecados de alguien a quien no se puede confrontar, siendo arrastrada en ese proceso, confundiendo su vida con la de aquella persona que ha escrito esas cartas. Las epístolas son postales que confiesan pedazos del alma de la mujer en coma, y que narran con detalle, pero buen gusto, la forma del amor que ocurrió en ese pasado distante, sin forma ni tapujos. Romina se sumerge en el pasado de su madre, tratando de ponerle un rostro a ese fantasma que ha distorsionado su propia percepción romántica, y tratando de no destruir el recuerdo de la esposa de su padre. Y eso mismo es lo que encuentra.
Esta novela, de lectura fácil, ofrece un contenido que no se basa en lo moralidad social, ni en el sexo como síndrome narrativo, sino en la forma de entrever la sexualidad a través de los ojos prestados de los padres. Utiliza imágenes pícaras, pero discretas, que no se pueden clasificar de vulgares, aunque si son explícitas. No obstante, es cuestionable por la fuerza en la personalidad de los personajes, que llegan a parecer tan maleables por el contenido de las cartas que se van revelando poco a poco, con cierta precipitación. Aunque eso no lo hace malo, de hecho. Queda en el lector descubrir hasta qué punto la historia lo envuelve como una fatalidad del destino, y hasta dónde se vuelve una excusa de la misma de los mismos personajes, Romina en especial, para ejecutar sus actos bajo la vida de alguien más; lo que a su vez le da cierta expiación moral. Como comentario final debo aclarar que en un comienzo pensé que era una autora española por el estilo desenfadado y libre, lo que fue una grata equivocación. Sin lugar a dudas América crece, y va pidiendo lugares más amplios y dignos en el ámbito literario. Lea usted esta novela y diga lo que piensa. Si no le agrada, al menos le dará tema de conversación en su próxima reunión social.
(¡Los padres también disfrutan el sexo! ¡Qué horror!)