Poco se sabe de ese lugar mítico de la geografía mundial que es Portugal. Sabemos que allí nació Saramago, y que fue vital en el descubrimiento del mundo (descubrimiento para Europa, cabe decir), y que las mujeres tienen bigote (oh, bozo!.. mujer con bozo, dicen...), y que regalaron un Elefante en la edad media (Oh, Saramago). Fuera de eso, poco se sabe de lo que ocurre en esas regiones, o peor, de lo que es su historia. Confieso esto con vergüenza. Por eso, y más chistes fáciles, esta novela es importante, y me ha gustado.
Se trata de una novela corta del escritor italiano Antonio Tabucchi, publicada en 1994, y que se ambienta en la ciudad de Lisboa de 1938, cuando la guerra en Europa comenzaba a mostrar los verdaderos horrores del Fascismo, y en el que se circunscriben bien el Catolicismo y el dogmatismo político de la época. La novela cuenta la historia de un periodista llamado Pereira (y que toda la novela visualicé como un hombre delgado, de lentes redondos, atuendo vasto formal y cabezón... para darme cuenta al final de que pensaba en Pessoa... en fin). La novela narra el transcurso en que Pereira asume el control de la sección cultural del periódico El Lisboa, que es nueva y se publica en un suplemento cada sábado, un pequeño diario del capital en tirada vespertina. La novela, en un tono muy respetuoso del lenguaje, cuenta las peripecias y la tranquilidad en la vida de este hombre, que además de reservado es un poco mediocre.
Las cosas, sin embargo, cambian cuando conoce al joven Francisco Monteiro Rossi, un estafador filosofista que vende artículos a este periódico, que nunca llegarán a ser publicados en la sección cultural. La razón de esto: la dictadura Salazarista. La novela se mueve desde la calma de una Lisboa dormida en la ignorancia elegida de lo que acontece en la ciudad (tortura, homicidio, etc.), hasta la censura y el estado de terror que ocurre en España, donde los Republicanos van siendo cercados por los Alemanes, Italianos, Católicos, Portugueses... y demás fascistas en el poder de sus respectivas dictaduras. La novela nos narra parte de esa inocente ignorancia en la que vive Portugal, y el papel que jugaron los periodistas de buena conciencia, bueno todos, más ocupados en mantenerse alejados de la política que de la verdad. Hasta que las cosas se complican, el espionaje se hace evidente, y la censura termina por alcanzar al ingenuo de Pereira, quien se ve envuelto en la insignificancia política y social de lo que está ocurriendo a su alrededor pero que no es dicho, y que al final no resulta tan insignificante.
Esta novela desenmascara las tretas de un sistema corrupto, nacionalista, pútrido, en el que la juventud y la verdad no tienen lugar. Todo ello, con el encanto de un personaje tan palurdo que encanta. Porque es imposible no reconocerse en la pasividad de Pereira, en el mundo de injusticias que se tiene enfrente y al que no se denuncia. Todos los demás personajes, incluyendo el retrato de su esposa muerta, sirve como la conciencia fragmentada de este hombre, que reconoce que las cosas están mal, pero teme enfrentarlo, ya que está tan aficionado al pasado, que piensa que nada ha de estar ocurriendo ahora. Y su rutina tendrá un golpe muy crudo, cuando los hermanos Rossi y Marta, le confronten de forma definitiva con el terror del Portugal de 1938, donde uno no puede confiar ni en la portera del edificio en que trabaja uno.
Sin duda es un libro que deja un buen sabor de boca tras la lectura. Ligera, rápida, sencilla. El dibujo de la ciudad es encantador, así como de la vida cotidiana de la época, tan llena de magia. Por mi parte, tengo ciertas ganas de preparar algo de limonada para este calor de agosto, y que acompañe mi desayuno la próxima vez que prepare un omelette. Seguramente pensaré en ese departamento en Lisboa y en los viajes por la ciudad. Eso es lo que puedo decir de esta novela, como lo sostendría Pereira.