Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México, es un lugar extraño, atípico, cuando menos para quienes no vivimos allí. Desde fuera, se conoce que es un sitio inseguro, olvidado del orden y el progreso, donde la miseria y mercantilismo político han forjado una ciudad caótica y violenta. O cuando menos esa es la idea que tenemos en el resto del país. Sin duda, la pobreza y la miseria son la cuna de este Municipio, y en particular de la ciudad que constituye, pero también hay otra parte de la historia, de las personas que viven allí, y de la forma en que se han abierto camino desde su fundación rural. Es una ciudad relativamente joven, fundada hace menos de 50 años, en pleno cerro, llena de calles y direcciones que no tienen ordenamiento ni planeación, y que ha crecido a golpes. Allí, quizá por esa formula convulsa, ha proliferado el arte, a su manera. Los artistas de Neza se identifican con esa marginalidad, y por ello la han transmitido a su obra.
Este es el caso de Alberto Vargas Iturbe, escritor michoacano que lleva viviendo en Neza desde sus 17 años, cuando se mudó a la capital del país para estudiar Sociología. A Alberto se le apoda Pornócrata Mayor, o simplemente Pornócrata, mote que da idea de lo que va su trabajo literario. Es un escritor pornográfico, que lee, habla y vive la pornografía en cada una de sus obras, palabra a palabra, o la mayoría al menos. Pero también es un escritor de Neza, que ha crecido y ha visto pasar sus mejores años allí, donde estudió, paso sus amores, y tuvo una tienda de abarrotes. Por esta razón, Alberto conoce bien su ciudad: Ciudad Neza. Existen muchos detractores del trabajo de Alberto, así como muchos que lo apoyan. En ambos casos, es difícil reconocer quiénes le dan por su lado por amistad (ya que es una persona entregada y generosa, desmadrosa, alegre, de fácil risa, y aventuras interminables) y quienes le critican por enfado; en ambos casos, ninguno de ellos le hace justicia a su obra. Por mi parte, declaro que somos amigos, y que actualmente compartimos un proyecto editorial que él fundó: el Colectivo Entrópico, que se ha vuelto un espacio para la libertad editorial y la auto promoción literaria. Por este motivo, trato de ser lo más imparcial posible, si es que se puede; pero si no lo soy, al menos se sabe el por qué.
En este libro, El sexo me da Neza, Alberto junta 15 cuentos breves, que narran algunas de las peripecias de la vida como tendero en Neza, que giran en el vicio por el sexo y en algunas aventurillas del autor, que aclara son completamente reales. La tónica de Alberto es siempre la misma: sexo, desmadre, y franqueza. Leer a Alberto es sinónimo de leer pornografía, con un toque humorístico, y con una cadena de aventuras que se van llamando entre lecturas. Mucha gente afirma que por este motivo el trabajo de Alberto no tiene mérito, ya que carece de profundidad o técnica; así como otros defienden su picardía y el desenfado para llamar a las cosas por su nombre. Sin embargo, poco se habla realmente de su obra. Este libro se encuentra en dos ediciones. La primera fue en 2006 por Ediciones del Milenio, que lo publicó para ser distribuidos en puestos de revistas, con una bonita edición y una portada con una dama dibujada subiendo por su pierna una media de encaje (o quizá quitándola). La última edición, 2011-2014, corrió a manos de Eternofemenino Ediciones, con una edición rústica de autor. El libro trae ilustraciones de Eric Lizt en ambos casos, en blanco y negro, complementando los pasajes de libro. La portada, la mejor que ha puesto Alberto hasta ahora en todos sus libros a mi parecer, es de Mario Rodríguez López, y tiene a la preciosa modelo-artista Frida con todo mi odio. (siendo justos, es necesario mencionar que es una edición con múltiples errores de edición, pero que si bien son evidentes, no limitan la lectura del libro...pero alguien tenía que decirlo)
Es cierto que Alberto escribe pornografía, y el centro de su lenguaje es soez, ya que sabe miles de palabras para referirse al sexo femenino y masculino, para el coito, y para lo que entra y sale del cuerpo humano, así como la desfachatez de nombrarlo tan cual, sin omitirlo por estética. Sin embargo, también asoma otra clase de aprendizaje, el de la calle, sobre la sociedad y las personas, la contemplación del cambio y la manera en que se ha forjado el lugar en el que vive. Alberto Vargas no se centra en discusiones retóricas sobre la belleza, va simplemente a la aventura sexual, y el contexto en el que ocurre. Por este motivo, los personajes de Vargas parecen descarnados pero reales, turbios pero creíbles, vulgares pero tristes. Alberto nos cuenta en estas historias las aventuras de un tendero que intercambia favores sexuales por mercancía y abarrotes, por despensa, cervezas o botana, cuando no lo compra directamente. El contexto interno de su literatura es Neza y Chalco, ambos municipios plagados por la miseria y la necesidad. Sería muy pretencioso afirmar que "Beto", como le dicen sus amigos, hace una radiografía social a través del sexo descarnado, pero el hecho es que así sucede muchas de las veces. Por eso su obra es más que pornografía; tiene un verdadero valor social, pese al mismo Alberto, la mayoría de las veces. No puedo decir que Beto sea el Charles Bukowski mexicano (dentro de la corriente llamada Realismo sucio) como afirman algunos de sus amigos, ya que la diferencia entre ambos es la sociedad a la que se enfrentan y la miseria con la que escupen de vuelta el rostro, pero si puedo decir en qué se parecen: en la lucha por hacerse escritores pese a la sociedad que los desestima y los grupos editoriales que les niegan el espacio. Por eso Beto ha formado su propio sello editorial, publicando lo que quiere y cómo quiere (por eso tanta modelo en sus libros), y se le pueden encontrar las ediciones de autor (de calidad) en el bolso que siempre carga (y que descaradamente reconoce que le robó a su mujer por conveniencia).
En los cuentos de Alberto, vemos a un señor maduro, avejentado, que ve pasar los días y que goza de las mujeres, de sus cuerpos, del acto sexual, y de la forma rea del sexo, que a veces es muy dulce y poético y otras aterradoramente vulgar y machista. En ambos casos, el alter ego de Alberto, el tendero, narra la facilidad con que ha compartido su vida con tantas mujeres, y muchas de las condiciones en las que se dan esos encuentros. Cada personaje tienen un origen y una historia, que no se muestran por completo, pero se intuyen a partir de la conversación. Así como las niña indígena que anda vendiendo por las calles o la prostituta que sigue a un proxeneta que ha visto mejores días, la enanita que sufre de un gañan o un antiguo deseo que vuelve tras el desengaño del abandono de su pareja, los personajes de este libro se liberan por su derecho a existir, a sobrevivir como han podido. El vínculo de todas las historias es la tienda, es Neza y es el sexo. Alberto escribe pornografía, y es algo que disfruta; disfruta de sus historias, y disfruta de que la gente las lea, que se rían con sus aventuras, y de que los jóvenes pubertos se masturben con sus calenturas. Alberto no siente vergüenza por el sexo ya que para él el sexo es el único camino que ha tenido sentido en su vida. En El sexo me da Neza, el autor hace uso de la memoria para narrar ese mundo extraño que es la promiscuidad en un lugar como Neza, donde parece que todo es posible. Eso sí, siempre con alegría y novedad. Si algo tiene Albero Vargas de escritor es eso, que sabe ganarse a sus lectores, o cuando menos a los que piensan que es uno de los máximos exponentes de este género en México. Si tiene valor genuino o no, es cosa que no le preocupa, ya que piensa que es la historia el juez último y verdadero del talento. Mi opinión al respecto es innecesaria, y por tanto, me la reservo.
En el Sexo me da Neza se ven una serie de historias que van desde los inverosímil hasta lo dolorosamente real, y que dejan al lector pensando en la ciudad y en los personajes que recrea, en sus soledades y en su fragilidad, y en lo ridículamente humano que son los encuentros sexuales, que si bien a veces pueden estar cargados de misticismo romántico otras veces pueden ser bastante chuscos o incluso nefastos. Cada lector ha de hacer su opinión sobre el trabajo de Alberto, y puede despreciarlo o alabarlo según sus propios gustos. Yo sólo digo que este libro es una muestra pintoresca de su obra, y que se puede disfrutar desde la literatura que no busca trascendencia sino transmitir emociones, placeres, y por qué no, el placer por el desmadre. Los lectores quedan advertidos entonces, lean bajo su propio gusto.