Usualmente el mundo es ese sitio horrible del que nos rescata la literatura. Pero, en ocasiones no es posible seguir evadiendo la realidad. En este sentido, este libro une ambos mundos: la protesta y la belleza de la narrativa. Se trata de un libro autobiográfico de la activista packistaní Malala Yousafzai, quien saltó al interés internacional debido tanto a su lucha en favor de la educación de las niñas en Packistan como por el ataque de un militante Talibán que sufrió en 2012. En este caso, es interesante la lectura de esta obra por dos razones: por la belleza de la narrativa sobre el valle del Swat (aunque ella es de Mingora), que se antoja como un paraíso a través de los ojos de una mujer exiliada, como por la decencia de informarse sobre esa mancha en el progreso de la humanidad que son los llamados Talibanes, que si bien se habla mucho de ellos, se desconoce otro tanto.
En cuanto a la descripción de la vida en el valle de Swat, el libro narra la historia de la familia de Malala, desde su abuelo, un educado musulmán, y su padre, un joven con ideales progresistas y gran apego al papel que la educación ha tenido en su vida, y que lo lleva con grandes sacrificios a establecer su propia escuela particular, el sueño de su vida. Esto es importante porque el libro es una prueba de la profundidad espiritual de los habitantes de este Valle, y que se transforma de manera moral en su vida y costumbres, que si bien son tradicionales y tribales (que no se pueden y no se deben juzgar de manera anacrónica), no dejan de ser maravillosos por su novedad y su simpleza (que no quiere decir que no tengan chiste), sino por el contrario, por la riqueza de este mundo desconocido para occidente. La historia y las descripciones que pueblan la primera parte del libro son fascinantes, y se disfrutan de manera completa; en especial la historia antigua y las reglas tribales bajo las que funcionan estas unidades familiares.
Sin embargo, también es un libro político... lamentablemente. En este libro, Malala cuenta la evolución de la política en su valle desde que se unen a Packistán, y que coincide con el surgimiento de los principales problemas políticos modernos de este país. Se trata de la historía paralela de Dictadores, golpes de Estado, asesinatos, y el surgimiento de grupos fundamentalistas de estudiantes musulmanes, propiciados por los intereses de medio mundo. Estados Unidos, Packistán, Arabia Saudita, Rusia... todos tienen mucha sangre en sus manos, y son los padres del grupo extremista de los Talibanes (que es una contradicción por el significado de su nombre), que han retorcido las enseñanzas de Mahoma para justificar su primitivo mundo. La historia de Packistán es una muy dolorosa, y se trenza con la de Afganistán en este punto: la violencia. Pero el libro no es panfletario, no dice que Al-Qeda esto, o aquello, sino que se limita a narrar los hechos en el valle del Swat, y como el terror y la locura se instalaron en un lugar que hasta pocos años antes era un verdadero paraíso, que ya sólo existe en la memoria.
La narración del libro desemboca en la vida de Malala, las relaciones de su padre, y la vida diaria de las mujeres en ese país, hasta que la política y la enajenación (tanto religiosa de unos, política de otros, y de poder de otros), convierten todo en una pesadilla sangrienta. Entonces se suceden las cosas que ya se conocen, el atentado y exilio, la guerra, las muertes, las mentiras de unos de otros, y la nueva pesadilla del pueblo Packistaní: los drones de ataque estadounidenses. La historia de Malala pasa de ser un hermoso cuento de un país místico al pie de las montañas, donde Carlo Magno mismo estuvo, hasta la desaparición de sus milenarios templos, de los campos floridos y la tradición de violencia de las tribu para resolver sus pleitos, de su riqueza cultural seductora y entregada a la hospitalidad (obligada por la ley y por la tradición), a una narración descarnada de la violencia y el rencor, del horror de la guerra religiosa y del intervencionismo extranjero y nacional en la peor forma posible. La historia continúa, cuando Malala es exiliada para recibir ayuda médica en Londres, viaje del que hasta ahora no ha podido escapar (2013 en el libro). Malala recibe el premio Nobel de la Paz en 2014, junto con Kailash Satyarthi, por su trabajo en favor de la educación y la seguridad de los niños.
Es un libro crudo, pero del que se aprende mucho. En especial sobre el fenómeno de los Talibanes y la historia de ese país que parece tan lejano, pero del que se reconoce como primos cercanos por su parecido. Escribiendo desde este continente, el dolor de ese Valle se transforma en una genuina preocupación, ajena del mensaje político de nuestros vecinos del norte (si esos, los que dicen que todos los turbantes esconden bombas), y que pueden tener algunos intereses igual de oscuros. Es un libro hiriente, que por momentos causa genuina rabia, pero que tiene gran valía por su contendido. Dada la importancia de los temas sobre violencia de extremistas fundamentalistas (que no sólo son religiosos), que es tan presente estos días por la cantidad de muertes y de ataques de unos y otros, se debe contar con la mayor cantidad de voces posibles, haciendo uso de la mayor cantidad posible de información para tener conocimiento del contexto en el que se suceden los actos. Independientemente de las partes finales del libro, la historia es muy atractiva, y presenta el papel que puede tener un individuo en su sociedad, ya sea como memoria del pasado, o como fuerza del presente.
Cada quien saque sus conclusiones y tome partido ideológico.